La
vida es
como
un aguacero interminable
una
tarde de noviembre
en
una carretera
que
nadie ha transitado.
Las
ausencias
que
esta vida me dio
me
recuerdan
mientras
escampo
bajo
un silencio oscuro
que
pase la lluvia.
Hace
frío
en
los huesos tristes
de
mi alegría.
Gotas
de soledad,
de
nombres de mujeres
y
lugares exóticos,
de
ayeres de amor
me
empapan
y
nublan mi vista.
La
carretera
sigue
ahí,
desolado
destino mío,
que
me lleva hacia ese lugar
donde
el
frío es infinito y la negrura
no
abre los ojos,
donde
nadie está,
aunque
todos han llegado ya.
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