Si
crees oír mi nombre
y
tu corazón
se
voltea a buscarme en la multitud
con
el loco deseo ilusionado
de
que yo esté allí sonriéndote;
si
sientes un dolor
que
te quita la respiración
cuando
caes en cuenta
de
que has pasado otro día sin mí;
si
de repente anhelas
oírme
reír
por
el placer de estar juntos;
si
por un instante
añoras
sentir
que revoloteo
por
tu vida y tu cuello;
si
sientes,
al regresar del verano
y a la rutina
de
mujer perfecta y feliz,
una
tristeza inexplicable,
es
porque en ese momento
he cruzado
la ausencia
que
nos separa
para
susurrarte al oído
que
yo tampoco
he
dejado de quererte.